Una vez más, las contradicciones, los defectos y los puntos débiles del capitalismo amenazan su propia existencia. Dos derrumbamientos a gran escala: el primero en la década de 1930 y el segundo más reciente, desde 2008, además de recesiones periódicas cada cierto número de años, han acentuado la inestabilidad que agobia al sistema. Asimismo, una desigualdad que se agudiza ha llevado a poblaciones cada vez más grandes a criticar el capitalismo. Las charlas sobre reforma y revolución han plagado las agendas políticas. Por todas partes ha regresado el debate sobre "capitalismo vs. socialismo". Sin embargo, este es un debate reformado por las lecciones aprendidas de la Unión Soviética y otras experiencias y experimentos similares. En lugar de dos, el debate ahora muestra tres sistemas alternativos clave: capitalismo privado, capitalismo de estado y socialismo. Y eso lo cambia todo.
Durante los siglos XIX y XX, creíamos haber estado atrapados en una lucha entre capitalismo y socialismo, los dos sistemas económicos alternativos que se diferenciaban en cómo las personas se relacionan con el estado. Empresas privadas frente a empresas públicas, libres mercados frente a planificación central: estas fueron las oposiciones del individuo contra el estado que hicieron época y que, especialmente en economía, tomaron la forma de "capitalismo vs. socialismo". Pero ahora sabemos que el debate de "privado vs. público" no se puede igualar a la consideración real de "capitalismo vs. socialismo". Hemos aprendido que el capitalismo muestra tanto formas privadas como públicas y el socialismo difiere de ambas formas. El capitalismo, como explicaremos más adelante, es un sistema de producción estructurado por sus relaciones de empleador y empleado como personas o grupos diferentes, independientemente de que el empleador sea público o privado. Por su parte, la estructura muy diferente del socialismo presenta al empleador y al empleado como la misma persona.
El reexamen de los sistemas económicos anteriores que coexistieron con los aparatos estatales indica que estos incluían tanto a empresas privadas como públicas. En muchos ejemplos de sistemas económicos esclavistas, existían los amos privados junto a los amos públicos. Es decir, individuos privados o grupos de ciudadanos eran dueños de esclavos, pero también lo eran los organismos estatales locales, regionales o nacionales. Asimismo, en muchos ejemplos de feudalismo encontramos a individuos que eran señores feudales con siervos, así como, por ejemplo, reyes u otros organismos estatales que también eran señores con siervos.
En las sociedades donde prevalecía la esclavitud, a veces había luchas entre empresas esclavistas privadas y estatales. Cuando prevalecía el feudalismo, existían también luchas comparables entre empresas feudales privadas y estatales. A veces tales luchas llegaban a convertirse en grandes oposiciones entre el sector privado y el público, el individuo contra el estado y los ciudadanos contra los gobiernos, etc. pero esas luchas y oposiciones normalmente tenían lugar dentro de un único sistema: la esclavitud o el feudalismo.
La historia del capitalismo es diferente. Las empresas privadas (poseídas y operadas por individuos o grupos privados que no ocupan ningún puesto en ningún aparato estatal) frecuentemente han coexistido con empresas públicas o estatales. Estas últimas son propiedad del estado y son operadas por funcionarios estatales. Tanto en empresas capitalistas privadas como públicas, la relación común básica es entre el empleador y el empleado. Esto se corresponde con la relación común (amo - esclavo) compartida entre las empresas esclavistas privadas y públicas y la relación común (señor feudal - siervo) compartida entre las empresas feudales privadas y públicas.
En la esclavitud, el feudalismo y el capitalismo, las proporciones de empresas privadas y estatales podían variar, y variaban. Las empresas públicas a veces constituían una parte pequeña y marginal de la economía total de una región o un país. Estas también podían estar ausentes, o, por el contrario, podían ser el principal o incluso el único tipo de empresa existente. Dependiendo de la forma prevaleciente, las economías podían describirse como esclavistas privadas o estatales, feudales privadas o estatales o capitalistas privadas o estatales.
Lo que empañó estos paralelos durante el último siglo y medio fue la confusión entre el capitalismo privado y el estatal por un lado y entre el capitalismo y el socialismo por el otro. La mayoría de las personas describía la oposición dominante como capitalismo contra socialismo, pero su definición de socialismo era la de capitalismo de estado. Veían al capitalismo como una economía basada en empresas capitalistas privadas (o "libres" empresas), y a los mercados como organizaciones para la distribución de los recursos y productos de las empresas. Veían al socialismo como una economía de empresas públicas (o empresas "estatales"), y a la planificación central como la organización para la distribución de los recursos y productos. En efecto, confundían al socialismo con el capitalismo de estado.
Estas confusiones de términos y significados probablemente surgieron porque los socialistas de los siglos XIX y XX enfocaron sus estrategias en la captura del estado (ya sea a través de la revolución o de la política parlamentaria). Ellos planificaron utilizar al estado como medio para transformar el capitalismo en socialismo. El capitalismo de estado serviría como un tipo de estación de paso donde prevalecerían las empresas capitalistas estatales y la planificación central (ocupadas por las "cúspides dominantes") sobre las empresas y los mercados capitalistas. Tal economía posteriormente se transformaría en socialismo, presuntamente por los socialistas que habían capturado el poder estatal. A menudo los socialistas eran imprecisos al definir el objetivo supremo del socialismo, especialmente cuando lo comparaban a su claro enfoque y estrategias políticas para conquistar el poder del estado y establecer el capitalismo de estado.
La mayoría de los socialistas dejó gradualmente de ver al estado como un simple medio de lograr nuevas transformaciones, y al capitalismo de estado como una estación de paso para alcanzarlas. En su lugar, el capitalismo de estado, operado por un aparato estatal controlado por personas que se identificaban como socialistas, se llegó a ver como la transformación del capitalismo en socialismo. La conversión de empresas capitalistas privadas a estatales y la subordinación de los mercados a la planificación central llegaron a definir el logro del "socialismo". Se confundieron dos transiciones secuenciales (la primera de capitalismo privado a estatal y la segunda de capitalismo estatal a socialismo) en una sola.
La llamada competencia entre el capitalismo y el socialismo que tuvo lugar el pasado siglo, fue en realidad una competencia entre capitalismo privado y de estado. Los EE.UU. favorecieron fundamentalmente el capitalismo privado. Sus empresas eran principalmente privadas con instancias significativas de empresas capitalistas estatales; también tenían un amplio sistema de distribución de mercado con instancias significativas de distribuciones planificadas. Por su parte, la Unión Soviética era principalmente un capitalismo de estado. Sus empresas eran fundamentalmente estatales y su distribución se planificaba a nivel central con instancias significativas de empresas capitalistas privadas y distribuciones de mercado. Sin embargo, la mayoría de los defensores y críticos describían a la Unión Soviética como "socialista".
Desde el punto de vista histórico, la revolución de 1917 logró una transición del capitalismo ruso privado al capitalismo de estado soviético, mientras que la implosión de 1989 logró precisamente la transición inversa. En el modo dialéctico correcto, las oscilaciones entre capitalismo privado y de estado nos permite aclarar que el socialismo se encuentra más allá de ambas formas capitalistas.
La alternativa socialista a ambas formas de capitalismo privado y de estado es el fin y el reemplazo del capitalismo como organización de producción empleador-empleado. El reemplazo de las empresas privadas por empresas estatales y de los mercados por la planificación son cambios que en esencia dejan intacta la organización de producción empleador-empleado, lo cual caracteriza distintivamente al capitalismo. La relación de producción empleador-empleado diferencia al capitalismo de la esclavitud (relación de producción amo-esclavo), así como del feudalismo (relación de producción señor feudal-siervo). Por último, la relación empleador-empleado diferencia al capitalismo (tanto en su forma privada como estatal) del socialismo, donde las oposiciones dualistas de amo-esclavo, señor feudal-siervo y empleador-empleado desaparecen por completo. En el socialismo (si regresamos a la concepción original como alternativa básica al capitalismo), los obreros/empleados constituyen su propio empleador colectivo.
Las cooperativas de obreros (que podrían llamarse más precisamente empresas autodirigidas por obreros) son el núcleo o la definición fundamental de una organización socialista de la producción que representa una alternativa sistémica al capitalismo. En empresas autodirigidas por obreros, ninguna dicotomía de los participantes de la empresa enfrenta a unos con otros. Ninguna minoría (amos, señores feudales o empleadores) dicta sobre una mayoría (esclavos, siervos o empleados). Las empresas incluyen una comunidad de individuos que organizan democráticamente todas las actividades de su propio trabajo. Así, el propio proceso de producción resulta socializado. La socialización ya no se aplica únicamente a la propiedad de los medios de producción y a la distribución de los recursos y productos, como en el "socialismo" clásico. Las empresas autodirigidas por obreros son democráticas, por lo que constituyen una base para la democratización de la economía y la sociedad que jamás el capitalismo (ya se privado o de estado) pudo lograr.
Marx, en su enfoque analítico de la explotación: cómo la plusvalía es extraída de los productores (esclavos, siervos y proletarios) por los explotadores (amos, señores feudales y capitalistas), apunta a un socialismo que niega cualquier forma de explotación. En contraste, en las empresas capitalistas de estado cambian los explotadores y las condiciones de esa explotación, Los capitalismos de estado y privado pueden ser y han sido muy diferentes en sus consecuencias sociales, complejidades políticas, etc. Las luchas entre ellos han tenido un significado histórico trascendental. Pero ellas no finalizaron la explotación de los obreros ni establecieron una economía socialista que acabara con la explotación.
Para que las luchas entre el capitalismo de estado y el privado se convirtieran en medios para o hacia la transición al socialismo, es necesario dilucidar sus límites. La emergencia del socialismo del siglo XXI, enfocado en un sistema que va más allá del capitalismo de estado, representa tanto un retorno a las ideas básicas de Marx como un aprendizaje de los éxitos y fracasos de lo que el siglo XX llamó socialismo. Este tipo de socialismo será más fuerte y desarrollado y confrontará a un capitalismo cuyas contradicciones internas, defectos y puntos débiles son ahora más evidentes que nunca.