El Secretario del tesoro podría no estar preocupado. Pero el resto de nosotros lo estamos; o deberíamos estarlo...
El Secretario del tesoro, Steve Mnuchin, podría no estar preocupado. Y parece que tampoco lo están los otros miembros de la élite económica y política. Pero el resto de nosotros lo estamos; o deberíamos estarlo.
Los robots han llegado y están reemplazando rápidamente a los obreros, lo cual trae consigo menos empleos, una presión a la baja sobre los salarios y una desigualdad aún mayor.
La evidencia más reciente aparece en la obra de Daron Acemoglu y Pascual Restrepo, quienes utilizan un modelo en el cual los robots compiten contra la mano de obra humana en la ejecución de diferentes tareas, para explicar cómo en los Estados Unidos los robots han reducido tanto el empleo como los salarios durante las últimas décadas (de 1993 a 2007). Esta conclusión incluso explica el hecho de que algunas áreas de la economía podrían crecer (lo cual aumenta el empleo para algunos obreros) cuando el uso de robots aumenta la productividad y reduce los costos en otros sectores.
Aunque los empleadores estadounidenses han introducido los robots a un ritmo menor que en Europa, su uso en los puestos de trabajo de los Estados Unidos ha crecido (entre 1993 y 2007 el inventario de robots en los Estados Unidos se cuadruplicó a una tasa de un nuevo robot industrial por cada mil obreros). Una estimación de los efectos directos e indirectos indica que los robots son responsables de la pérdida de hasta 670,000 empleos en el sector de la fabricación. Y ese número se eleva porque se espera que los robots industriales se cuadrupliquen para 2025.
De hecho, los efectos son probablemente incluso más drásticos porque Acemolu y Restrepo tienen en cuenta solo tres fuerzas del mercado de mano de obra: el efecto de desplazamiento (porque los robots desplazan a los obreros y reducen la demanda de mano de obra), el efecto de precio-productividad (como la automatización reduce el costo de la producción en un sector, ese sector se expande), y el efecto de escala-productividad (la reducción de los costos trae consigo una expansión de la producción total).
Lo que ellos no tienen en cuenta es el efecto sobre el valor de la mano de obra. Como expliqué el año pasado, cuando los aumentos de productividad reducen los preciosos de los productos que los obreros consumen, el valor que los capitalistas tienen que pagar para acceder a la capacidad de trabajo de los obreros también disminuye. Como consecuencia, aunque los sueldos reales de los obreros aumenten, la tasa de explotación puede incrementarse. Los obreros gastan menos de su trabajo diario en ellos mismos y más en sus empleadores. En otras palabras, los capitalistas pueden extraer más plusvalía relativa.
Y más plusvalía significa más ingresos para todos los que se reparten el botín: Directores ejecutivos, miembros del 1 por ciento y demás.
Es por eso que el creciente uso de robots industriales, que en otras circunstancias podríamos de hecho celebrar, en las instituciones económicas existentes representa un desastre, pero no para sus empleadores (quienes, como Mnuchin, no están particularmente preocupados), sino para todos los obreros que han sido o podrían ser desplazados, e incluso aquellos que se las arreglan para conservar sus empleos.
Los obreros son los que continuarán sufriendo los "grandes y robustos efectos negativos de los robots", a menos que participen en la toma de decisiones sobre la manera en que se utilizarán los robos y la plusvalía resultante.
David F. Ruccio es Profesor de economía en la Universidad de Notre Dame, y es autor de más de 80 artículos de revistas y capítulos de libros. Sus libros más recientes son 'Postmodern Moments in Modern Economics' (Princeton University Press), 'Economic Representations: Academic and Everyday' (Routledge), y 'Development and Globalization: A Marxian Class Analysis' (Routledge). Lea est blog y sígalo en Twitter.